EDITORIAL CROLAR 10 (1)

Debates sobre las representaciones artísticas de la violencia en y desde América Latina

Diana Hernández Suárez

UNAM

Karla Urbano

UNAM

Marco Polo Taboada

El Colegio de San Luis

El escarpado tema de la violencia es fuente inagotable de discusiones y destempladas polémicas en la crítica artística contemporánea de nuestro continente. Suscita preguntas tales como ¿Se trata de una condición inherente a Latinoamérica? ¿Su sentido se ha convertido en un eje epistemológico para comprender el devenir artístico y cultural de la región? ¿Su representación tiene un propósito reivindicador? ¿La pretensión referencial de la narrativa es tributaria del correlato con la actualidad?, entre muchas otras más. Naturalmente, el presente Dossier no pretende responder a cada uno de estos cuestionamientos y agotarlos, pero sí partir de los debates que éstos abren con el propósito de aportar una muestra crítica que resulte relevante y esclarecedora.

Para orientar los textos que hemos arracimado en este número, es indispensable deslindar la categoría de “representación” en el ámbito artístico-literario, por tratarse del eje composicional de la propuesta que aquí articulamos. En principio, entendemos por ‘representación’ aquello que constituye a la superestructura ideológica -o “secundaria” desde la perspectiva de Lukács-; es decir, el reflejo dialéctico de la realidad objetiva, que se formula en la conciencia. Sobre esa base nos focalizamos en el reflejo artístico, distinto del “cotidiano”, e insistimos en que aquél no debe entenderse como una imagen especular de los acontecimientos sucedidos a un grupo humano en la actualidad, sino como una especificidad designada por las tensiones -ideológicas, sistémicas, coloniales-, relaciones -de poder, sujeción, intercambio-, fuerzas de producción, entramados políticos y, en concreto, la materialidad histórica vertida de manera sumamente particular en el orden lingüístico-simbólico. En ese sentido, el ‘reflejo artístico’ o bien la ‘representación’ no intenta dar imágenes prescriptivas de su correlato con la realidad, sino más bien anhela constituir una “forma específica de conocimiento” (Perus 1976: 112) que está viva, se encuentra en constante movimiento, capta y reproduce, con sus singularidades, un momento específico del devenir histórico de la humanidad.

En este sentido, creemos que la complejidad de la representación artística consiste menos en designar temas de interés para interpretar las obras, que en determinar la forma en que éstas construyen y organizan sus saberes para situar al receptor en una posición específica. Un lugar privilegiado para encontrar nuevos sentidos con los cuales comprender el horror, la abyección y la crueldad de la realidad. Por lo anterior, la representación de la violencia que nos interesa elucidar en este Dossier no refrenda etiquetas simplistas, categorías vacías y de moda que abundan, sino que más bien aspira a perfilar la complejidad del hecho artístico, en relación con la violencia, como un verdadero territorio en disputa.

En consonancia con lo anterior, este número busca alejarse conceptualmente de la articulación impuesta por agendas políticas, comerciales y culturales sobre la comprensión de un espacio –entiéndase como lugar de enunciación y de construcción simbólica, más que geográfico– trazadas por “representaciones de la violencia” e instrumentalizadas para fines ajenos al esclarecimiento epistemológico sobre “nuestras realidades” latinoamericanas. Al tratarse de un problema complejo, partimos del hecho de que tal acercamiento debe realizarse desde distintas perspectivas y demarcaciones disciplinarias, de forma que se incorporan diversas aportaciones para abonar al debate. De tal suerte que cada uno de los trabajos aquí presentados es una muestra concreta del pensamiento crítico-académico en torno a las representaciones de la violencia en y desde América Latina y, al mismo tiempo, da cuenta de la discusión crítica en forma viva y fluida.

El Dossier abre y se articula en buena medida con la importante nota crítica de la ensayista Liliana Weinberg, “Escribir es restituir una huella”. Se trata de un trabajo que escudriña La biografía del algodón de Cristina Rivera Garza, al trasluz de Mímesis, el clásico estudio de Erich Auerbach. Al dilucidar diversos pasajes de ambos libros, Weinberg muestra cómo se desestabilizan las aparentemente fijas nociones de ‘representación’ y ‘realidad’, mediante las complejas modalidades discursivas empleadas por la autora tamaulipeca. A partir de la mirada tanto de la historiadora como de la escritora –sin perder la especificidad de sendos regímenes–, Rivera Garza construye un relato que une inextricablemente la violenta historia reciente del noroeste mexicano, con la íntima genealogía de los Rivera y los Garza. Esta peculiar forma de dar cuenta de la realidad no se restringe a construir una imagen (inamovible, acaso) del pasado, sino que convoca a “habitar” éticamente “la huella”, “restituirla con un trabajo de búsqueda y escritura, hasta lograr encontrar en ella una primera habitación que nos dé sentido de pertenencia, que nos permita rehabitarla” (pág. 18). Por medio de este ensayo, Weinberg señala que la preocupación por reunir distintas formas de representar lo real, que propone Rivera Garza, tiene su raigambre en la perspectiva tutelar de Auerbach, pero en lugar de repetirla termina por reelaborarla desde otro espacio, dotándola de una nueva reciedumbre y vitalidad.

Desde una perspectiva crítica similar, Alfonso Macedo Rodríguez analiza el cuento “El converso”, de Enrique Serna, como una figuración problemática de la violencia, en donde convenciones genéricas tales como “realismo” y “literatura fantástica” se vuelven permeables y se iluminan mutuamente. Macedo identifica en el análisis filológico del cuento las implicaciones extraliterarias de las manifestaciones de la violencia en la ficción, lo mismo que acierta al señalar que los “procedimientos artísticos también son políticos porque rompen las convenciones de una época” (pág. 19). Al igual que Weinberg, Macedo da cuenta de la importancia de “de[s]-centrar” o “desajustar” las representaciones habituales de la violencia, para exponerla como una “red” que sujeta los efectos, vinculaciones y consecuencias que conlleva el ejercicio del poder sin morigeraciones.

Por su parte, en “La gramática de la violencia en El lenguaje del juego de Daniel Sada”, Christian Galdón examina, bajo la noción de dispositivo, las relaciones de poder que devienen, organizan y posibilitan las manifestaciones de la violencia ejecutada por los barones de las drogas. Galdón pretende mostrar que el “juego del lenguaje” funciona dentro la obra narrativa de Sada como un sistema de códigos, símbolos y signos que (de)escriben la experiencia –incluso lingüística– de co-habitar un territorio dominado por poderes paraestatales, “Lo que cuenta en esta novela ya no es tanto el juego con las palabras (la propuesta lúdica, carnavalesca, tan característica de la escritura sadiana) sino “el juego” entendido como un dispositivo propio y autónomo, una gramática” (pág. 26). A decir del crítico, la forma en que la ficción de Sada da cuenta de la violencia examina las relaciones de poder y su articulación estratégica en función del conflicto del narcotráfico y sus implicaciones sociales.

La guerra, los conflictos, el crimen organizado, la negligencia o complicidad de los poderes políticos y sociales ejercen una acción violenta no solo sobre las víctimas directas, sino contra todo el entramado orden social, que trasciende generación tras generación pese al anhelo por el olvido. Brenda Morales Muñoz, en la nota crítica “Maternidad y trauma en la posguerra peruana. Un estudio de La hora azul, de Alonso Cueto” analiza concretamente la violencia contra el cuerpo de mujeres a las que se les consideró “basura”, meros objetos de desahogo sexual durante el conflicto armado peruano (1980-2000). La maternidad forzada establece una condena traumática, que se heredará, como yugo histórico vital, sobre las mujeres violadas y sus hijos, para quienes el olvido sería, acaso, la única forma de esperanza en un lugar alterado para siempre por la catástrofe, “una guerra que se ensañó con las mujeres que fueron consideradas objetos desechables, sufrieron en su propio cuerpo agresiones inimaginables y que, además, tuvieron que hacerse cargo de criar solas a los hijos de sus agresores sexuales” (pág. 30).

El territorio como espacio de memoria, protesta, resistencia o supervivencia pierde concreción en la medida en que la violencia aparece como un resquebrajamiento. Ulises Valderrama Abad, en su trabajo “¿De dónde son estas palabras? Pensar la escritura más allá de las fronteras nacionales”, analiza las representaciones literarias de la violencia del exilio. La escritura que desde el destierro condensa “el profundo conflicto identitario, estético y literario” (pág. 36) es muestra del sujeto “escindido de sí mismo”, afectado y fracturado por el conflicto. El autor propone atinadamente una representación del latinoamericano como un ser fronterizo y plural ante la pérdida del mito del Estado-nación.

De forma paralela a la sección anterior, la de reseñas críticas comienza con un análisis escrito por Roberto Cruz Arzabal a The Restless Dead: Necrowriting & Disappropiation (2020), traducción y actualización del clásico ensayo Los muertos indóciles de Cristina Rivera Garza, publicado por Tusquets en el 2013. Tras revisar ambas publicaciones, Cruz Arzabal destaca que las categorías “necroescritura” y “desapropiación”, previamente trabajadas en la versión hispánica, se resignifican en la inglesa mediante dos modificaciones al orden de los capítulos. La primera expone cómo en Los muertos indóciles “se enfatizaban las condiciones de producción de la forma literaria desapropiada: de las necroescrituras al citacionismo al archivo y, finalmente, a la comunalidad” (pág. 48); en contraparte, The Restless Dead “abre con la exposición de las condiciones que hacen posibles las necroescrituras y sigue con la desapropiación” (pág. 46). La segunda alteración corresponde al acomodo de los dos últimos capítulos, “On Alert: Writing in Spanish in the United States Today” y “Let’s be Stubborn” –ausentes en la versión de Tusquets, pero presentes en Debolsillo (2019)–, en los que se postula, por un lado, la importancia de extender la literatura latinoamericana a los estudios culturales de Estados Unidos y, por el otro, a empecinarse en pensar la escritura como un espacio de creación comunal, desapropiada, que produce “realidad” sobre la base del presente -y, con esta última idea, se revela la impronta dejada por la crítica argentina Josefina Ludmer. Por todo lo anterior, la reseña de Cruz Arzabal orienta la propuesta teórica de la ensayista mexicana como una forma de complejizar la crítica a la violencia y, al mismo tiempo, escaparse de “las representaciones prefiguradas por la pornomiseria y la ficción de explotación, tan frecuentes en los mass media y las industrias culturales” (pág. 46), ambos peligros de los que también anhela alejarse nuestro Dossier.

En concordancia con el interés por explorar perspectivas teóricas sugerentes, Ivonne Sánchez Becerril examina la Teoría de la transficción. Narrativa(s) cubana(s) del siglo XXI (2020) de Carlos Aguilar, enfocándose primero en señalar la naturaleza compleja del libro –por cuanto éste se encuentra a caballo entre la antología y la investigación académica–; luego, en abordar la acepción que Aguilar da a la noción de ‘transficción’ –vista como un traslape de la célebre oposi-ción autonomía/posautonomía propuesta por Ludmer–; y, por último, en someter dicho concepto a los sentidos que les han dado tanto la academia francesa, como la inglesa. Sobre esa base, Sánchez Becerril expone que la antología agrupa diecinueve “transficciones” donde se cartografían los movimientos, direcciones y “diálogos que permiten al lector vislumbrar las preocupaciones literarias, políticas y ontológicas de los escritores cubanos más interesantes y propositivos de las tres últimas décadas” (pág. 48). Dicho diálogo, no exento de desencuentros derrengados, está colmado de tensiones que operan como “formas de visibilizar y cuestionar la complejidad de las diversas violencias [...] experimentadas por los cubanos en una continuidad topológica [...] que los llevan al límite, a la deriva o a establecer relaciones conflictivas ontológicamente con ese contexto” (pág. 50).

Para evitar una excesiva prelación a las formas narrativas textuales, Héctor Fernando Vizcarra explora el libro Violencia e infancias en el cine latinoamericano (2020), editado por Andre Gremes y Susana Sosenski, el cual se centra en el estudio de diversos filmes donde aparecen personajes infantiles y adolescentes anegados en ambientes susceptibles a volverse violentos, tales como la familia o la escuela. A partir de las observaciones de Vizcarra es posible dilucidar que el conjunto de estudios agrupados en este volumen manifiesta la misma preocupación: “En América Latina y el Caribe ocurren hoy la mitad de homicidios de niños y adolescentes en el mundo” (pág. 51), una escalofriante estadística que anhela ser profundizada y comprendida mediante el análisis de las construcciones estéticas y discursivas que ofrece el cine. Sobre esa base, Vizcarra destaca que el anhelo de las investigaciones no se centra exclusivamente en exponer las condiciones que prohíjan un destino fatal para los menores, mediante la apoyatura de los filmes referidos; sino que también proponen una perspectiva que integra aproximaciones orgánicas exclusivas de las violencias ejercidas contra la infancia, con el propósito de diseñar una metodología de análisis adecuada al objeto crítico.

Una figura tutelar para discutir, aguzar y comprender tanto el problema del mal, cuanto su concreción en violencia ilimitada –vistos ambos como formas discursivas privilegiadas de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, y la primera década del XXI– es Roberto Bolaño. Hay una larga estela de epígonos que ubican el origen de sus estilos en la prolífica obra del escritor chileno que nos ocupa y, a la par, existe una vasta crítica enfocada en el estudio de los postulados estéticos dejados por los libros de este autor. A dicho conjunto de académicos se une Susanne Klengel con su libro, Jünger/Bolaño. Die erschreckende Schönheit des Ornaments, (2019). La reseña del mismo está a cargo de Diana Marisol Hernández Suárez, quien considera que la virtud de esta aportación no solo radica en demostrar una afinidad intelectual entre Bolaño y Ernst Jünger -espaciados por la época y la tradición- sino que también circunscribe “un mismo paradigma estético en cuanto a la representación artística de la violencia” (pág. 51), del que se desprende un narrador bicéfalo, compuesto por la ecuación estética “Jünger/Bolaño”, cuya “mirada fría y distante, frecuentemente desde las alturas, y particularmente, en relación con elementos lunares” (pág. 55) se enfoca en los misterios de sendas poéticas narrativas, aun sin propalar y que, según la romanista alemana, detentan el sentido de las mayores catástrofes de nuestra historia reciente.

En la estirpe de los estudios teóricos y críticos de la literatura de nuestro continente, cuyo propósito se ha centrado en deslindar con prurito los ámbitos de pertinencia para un adecuado examen de los materiales que componen a la disciplina, se abre paso la coruscante contribución hecha por el último libro de la académica Françoise Perus, Transculturaciones en el aire, (2019). En su reseña, Javier Sainz resume grosso modo que: “Perus hace un recorrido por las ideas y tradiciones de pensamiento en las que se insertaron las aportaciones de Ana Pizarro, Fernando Ortiz, Ángel Rama y Antonio Cornejo Polar y los debates en los que estuvieron inmersos” (pág. 59). En su lectura, Sainz destaca que las distintas temporalidades, trayectorias, profundizaciones y conflictos prolijamente esclarecidos por la perspectiva de Perus, demandan una sólida resistencia ante “la suplantación de la educación formal […] por la industria del imaginario de las masas” (pág. 60), ya que ésta última “busca construir subjetividades desinteresadas por indagar en la memoria histórica y proyectar futuros distintos” (pág. 59). Las precauciones que la investigadora exige para los estudios literarios operan como un faro que nos permite orientar los debates que interesan a los textos aquí reunidos, por cuanto las violencias y sus narrativas, en la actual cultura de masas se presentan “como un ethos de la región, y no como un fenómeno de larga data, pues ello revelaría una serie de conflictos por control político-económico y no un ser óntico específico” (pág. 59).

Las dos reseñas postreras que articulan a nuestro Dossier se encargan respectivamente de examinar libros dedicados al estudio de disputas ampliamente analizadas por las ciencias sociales y la historia reciente de nuestra región. Estas luchas son: el conflicto armado en Colombia, la pugnaz inestabilidad de las naciones que integran a Centroamérica, el narcotráfico mexicano y las múltiples guerrillas distribuidas en todos los países mencionados en esta enumeración. La penúltima reseña, escrita por Sebastián Pineda Buitrago, no se limita a glosar los contenidos que comprende el estudio colectivo, Colombia: memoria histórica, posconflicto y transmigración (2018), editado por Roland Spiller y Thomas Schreijäck, en cooperación con Pilar Mendoza, Elizabeth Rohr y Gerhard Strecker; sino que también se propone cuestionar los parámetros metodológicos elegidos por los estudiosos responsables de la publicación. El aserto más lúcido de la crítica que hace Pineda Buitrago consiste en cuestionar los sentidos dados a los conceptos de “memoria histórica”, “posconflicto” y “transmigración” –nada menos que los tres ejes que orientan a la investigación propuesta por Spiller y Schreijäck– puesto que, desde la aguda lectura de Pineda, no se presenta un deslinde pertinaz de dichas ideas organizadoras –ya sea en forma de introducción o de artículo– y, por lo tanto, no se apuntala dicha tríada como un marco conceptual que dirija las reflexiones del volumen. Debido a que esto permea buena parte de la organización de las intervenciones, Pineda precisa varias ideas que se trasiegan en el libro, tales como: la des-romantización del campesino colombiano, la falta de la simpatía popular de las FARC, las afinidades electivas que se profesan hacia la dicotomía izquierda-derecha y, especialmente, la forma en que se aborda el plebiscito para acordar la paz en Colombia, celebrado en 2016. Con las especificaciones ofrecidas por la mirada implacable del reseñista, Colombia: memoria histórica, posconflicto y transmigración gana adecuaciones valiosas que facilitan su recepción.

La última reseña está a cargo de Ximena Alba Villelever, quien se dedica a revisar la investigación hecha por Sophie Esch en su libro, Modernity at Gunpoint. Firearms, politics and culture in Mexico and Central America, (2018). En esta investigación, se estudian las distintas representaciones y políticas de la violencia en los países referidos en el título, a partir de cuatro momentos cruciales de su historia: la Revolución mexicana, la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua, la posguerra centroamericana y la guerra contra el narcotráfico en México. Según la lectura de Alba, Esch destina su objeto de estudio al papel simbólico que tienen las armas de fuego en los contextos referidos, tanto como artefactos, tropos y accesorios, o bien, entendidas como herramientas para configurar las asimetrías de poder que caracterizan a la modernidad latinoamericana.

La recolección de los comentarios hechos a estos siete libros desbroza la manera en que distintas investigaciones dialogan con los intereses del Dossier, al tiempo que hacen circular el debate en distintas latitudes diferentes a las páginas que integran nuestra revista. Además de las notas críticas, reseñas y una intervención, el Dossier contiene otras secciones (“Debate”, “Sección especial” y “Entrevista”). Los trabajos que conforman sendos apartados tienen en común -amén de su interés por distintas manifestaciones de la violencia y sus representaciones tanto estéticas como políticas- su actualidad y apertura al devenir. Interpelan a nuestro presente, lo asumen como polémico y toman parte, desde diferentes disciplinas, en la disputa por brindarle sentido.

El debate de Jaime Villarreal a propósito del libro colectivo Letal e incruenta: Walter Benjamin y la crítica de la violencia ofrece un panorama acerca de la traducción, difusión, asimilación y vigencia de “Para una crítica de la violencia”, el artículo que Benjamin publicó en 1921. Villarreal no se limita a glosar el contenido del volumen editado por Pablo Oyarzún, Carlos Pérez y Federico Rodríguez; sugiere un marco de interpretación que permite comprender el profundo arraigo (en distintas latitudes, épocas y áreas de estudio) de la reflexión benjaminiana sobre el vínculo entre violencia, derecho y justicia. Es, precisamente, dicho contexto el que revela los aportes de Letal e incruenta y hace posible entender la manera en que esta obra colectiva actualiza la discusión desplegada por el pensador berlinés.

La “Sección especial” comienza con “Debates museográficos en la era del negacionismo y la posverdad: dos casos peruanos”, estudio en el que María Eugenia Ulfe y Camila Sastre dan cuenta de las vicisitudes enfrentadas por dos museos: el de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP) y el Yalpana Wasi, ubicados en los departamentos de Huamanga y Huancayo, respectivamente. Ambos espacios comparten -además de la precariedad, la censura y la permanente amenaza de clausura- el esfuerzo por exhibir piezas capaces de impugnar la “memoria salvadora”, enarbolada por el Estado y refrendada por los medios de comunicación masiva (la cual encomia la gestión fujimorista a la vez que elude sistemáticamente los abusos perpetrados por militares durante el conflicto armado interno).

Luz del Carmen Jiménez se interesa en las figuraciones artísticas de la trata sexual de mujeres, en aras de examinar cómo, desde el campo de la cultura y el arte, se (re)producen y difunden valores e ideas sobre las distintas expresiones del comercio sexual. Uno de los aciertos más notables de “Representaciones de la trata sexual de mujeres en contextos neoliberales: el papel de los productos culturales en la operación del dispositivo antitrata mexicano” consiste en atender la complejidad -teórica/conceptual, jurídica, política, social y cultural- que el tema convoca. De acuerdo con la autora, la obra de teatro y la película que sirven de base para su análisis (Del cielo al infierno, de la ex diputada Rosi Orozco, y Las elegidas, de David Pablos, respectivamente), presentan una imagen fija, estereotipada e inamovible sobre las víctimas de trata: la de mujeres pasivas, “atrapadas en una vida de vicio, actoras involuntarias de su propia historia, sujetas sin autonomía sobre sí mismas” (pág. 96). La insuficiencia, fijeza o incompletud de esa representación salta a la vista cuando Jiménez articula y desbroza los aspectos que deben tenerse en consideración, si se desea emprender una aproximación rigurosa: ya sea los que conciernen directamente al fenómeno de la trata, ya los que se erigen y adosan en torno al cuerpo, la sexualidad y la movilidad de las mujeres.

Para terminar esta sección, en “Panzós, escenario de memorias. Lugares, murales y performances en el siglo XXI”, Rigoberto Reyes emprende un recorrido por las diversas expresiones mediante las que integrantes de una comunidad ubicada en plena selva guatemalteca evocan la masacre perpetrada por militares contra medio centenar de indígenas en 1978. ¿Cómo es que los actos y espacios conmemorativos proyectan ese episodio funesto hacia el presente y de qué manera se transfigura el recuerdo y, con él, la relación entre la colectividad? Para contestar esta interrogante, Reyes, primero, recoge y confronta los actos -monumentos, murales y festivales de tintes carnavalescos- que, a lo largo de las dos últimas décadas, realiza la comunidad; después, aventura que tales celebraciones no han despolitizado el recuerdo: antes bien, lo han incorporado a la defensa de otras causas: “las demandas de justicia y reparación, la defensa del territorio y la liberación de presos políticos” (pág. 107).

El Dossier concluye con “El problema de la violencia. Conversación sobre la literatura y la(s) violencia(s) con Juan Cárdenas”, una entrevista hecha por Camilo del Valle. Los editores consideramos que las reflexiones del narrador, traductor y ensayista colombiano convergen con la orientación de este esfuerzo crítico y editorial por apre(he)n- der la especificidad de las representaciones artísticas en y desde América Latina (manifestaciones sometidas históricamente a una doble exigencia: la de evidenciar, primero, su singularidad e independencia respecto a otras y, después, su pertenencia a la denominada cultura “universal”). Así, antes que ponderar la violencia como rasgo distintivo -sino es que endémico- de la región, los textos aquí reunidos cumplen el propósito de abonar a la discusión -irresuelta y, por tanto, vigente- sobre su validez explicativa en lo que concierne a la sociedad y al arte latinoamericanos (y, desde luego, al vínculo que se establece entre una y otro). Las declaraciones de Juan Cárdenas resultan idóneas por distintas razones: ya porque revelan la inoperancia de nominalismos que, en vez de dar cuenta de la complejidad de un fenómeno, lo simplifican: “En lugar de mostrar la materialidad histórica, las tensiones, la economía política, los agregados de la experiencia colonial/capitalista y las sedimentaciones de todas esas fuerzas en los cuerpos y en el lenguaje, los académicos perezosos y los reseñistas deportivos lo explican todo con esa palabrita: violencia” (pág. 110); ya porque subrayan la manera particular en que la obra de arte (y, para el caso, la literatura) dialoga con el devenir social concreto y le da sentido: “Mi obra no «responde» a un problema social y político específico. No está escrita como una reacción, no es un partido de tenis donde la literatura devuelve los golpes de la actualidad. La ficción, al menos la que a mí me interesa, no se deja imponer la inmediatez de esa actualidad […] La ficción propone una temporalidad diferente, que segmenta y derriba los tiempos de la actualidad” (pág. 111); ya porque rebate las interrogantes más inmediatas (y en apariencia apremiantes) para expandir y multiplicar -espacial, temporal y conceptualmente- los acercamientos, tanto artísticos como críticos, al devenir histórico y social: “vengo insistiendo en la necesidad de cambiar la conversación y dejar de hablar de violencia […] A la literatura latinoamericana le conviene mejor ponerse a hablar del mundo del presente, con todos sus desafíos” (pág. 112). Así, frente a la imposición de interrogantes que dan fe de cómo la “violencia” se configura como una categoría “vacía” pero “impositiva”, las respuestas de Cárdenas constriñen y evitan caer en una discusión que fije una visión específica del mundo y del arte latinoamericanos.

Al lector le corresponde ubicar (y discutir) el posicionamiento crítico de cada uno de los textos frente a la polémica que, a todas luces, continúa abierta, viva, interpelándonos.

Agradecimientos

Los editores de este Dossier, “Debates sobre las representaciones artísticas de la violencia en y desde América Latina”, agradecemos al equipo editorial de CROLAR la oportunidad de dirigir el primer número arbitrado de la revista.

Bibliografía

Perus, Françoise (1976): “El concepto de realismo en Lukacs”, en Revista Mexicana de Sociología, 38, 1 enero-marzo, 111-126.