Roger Bartra (comp.):

Gobierno, derecha moderna y democracia en México

México: Herder, 2009, 256 pp.

 

Reseña: Carlos A. Pérez Ricart

 


Una vez, al presentar en un coloquio una especie de radiografía pesimista sobre las derechas mexicanas, una connotada profesora me sugirió la lectura del “nuevo libro de Bartra” para “abrir mi perspectiva” y conocer el debate sobre la posibilidad de la existencia de “una derecha moderna” en México a la que ella, por supuesto, se suscribía.

Aquí mi lectura.

I.       

Lo primero que sorprende es el título del libro. Los tres términos, así juntitos, desconciertan: gobierno, derecha moderna y democracia. El adjetivo “moderna” hace el primer ruido y anuncia cierta connotación positiva. Luego sorprende el compilador: Roger Bartra; sí, el mismo antropólogo, viejo ex comunista y filósofo (véase su ingeniosa Jaula de la Melancolía, 1996). El tercer elemento que lleva al lector a tomar el libro del stand y comenzar a hojear es el sello, de la Konrad Adenauer Stiftung[1].

El libro, editado por Herder –y como buen Herder, bien empastado y cuidado en todos sus detalles (todo hay que decirlo) – es resultado de lo expuesto (aunque no de lo discutido) en un coloquio celebrado entre marzo y abril de 2008 en las instalaciones de Ciudad Universitaria, Distrito Federal. El objetivo, nos dice Roger Bartra en la presentación, es abrir el debate sobre “la derecha” más allá de las etiquetas preestablecidas: su supuesta anti modernidad, conservadurismo y posición antidemocrática (p. 23, p. 27). Según Bartra, la derecha es mucho más que eso y por ello vale la pena publicar en quince ensayos un abanico de temas que pretenden abordar a la derecha desde su definición, sus vinculaciones, sus corrientes y sus relaciones con el gobierno y la democracia.

II.

El índice nos muestra un conjunto de personalidades que parece querer llenar un arca de Noé. Si tuviera que separar una especie de otra lo haría con una primera lista en la que desfilan políticos y/o ex servidores públicos. Lado a lado caminan el ex secretario de relaciones exteriores Jorge Castañeda, el secretario de educación y ahora aspirante a la Presidencia de la República Alonso Lujambio, el defenestrado ex secretario de comunicaciones y transportes Juan Molinar Horcasitas, la senadora Teresa Ortuño (quien firma apenas ocho muy desdibujadas páginas) y el ex secretario de gobernación, famoso por obligar a sus hijas a vestir faldas largar y prohibirles el Aura de Carlos Fuentes, Salvador Abascal. Ellos, sí, aunque se siga sorprendiendo el lector, fueron llamados a hablar en favor de una concepción moderna de la derecha.

(Apunte injerencista: ¿no habría sido interesante, en un ejercicio de elemental pluralidad, incluir un par de voces divergentes a la línea hegemónica del libro que al menos cuestionara las posibilidades de modernidad en la derecha?)

En la segunda lista están investigadores y habituales de la comentocracia mexicana pero que de menos llevan encima una biografía que los avala como historiadores especializados (hay cada vez menos) o como politólogos multiusos (hay cada vez más).

Ellos son la Premio Nacional de Ciencias y Artes Soledad Loaeza, la estudiosa de la educación mexicana Valentina Torres Septién, el fundador de Letras Libres Enrique Krauze, el reconocido estudioso de las organizaciones secretas Fernando González, el experto en temas religiosos Rodrigo Guerra López, el politólogo Fransciso Valdés y un doctorante llamado Eduardo Ibañez que aprovechó las últimas hojas del libro y la tinta pagada por la Konrad Adenauer para presentar un argumento que apenas rosa la temática del libro: ¡el izquierdismo del sacerdocio católico! Cierra la segunda categoría la presencia de dos habituales académicos mexicanos en este tipo de textos, Macario Schettino y Jorge Alcocer.

De los artículos de los primeros nombres citados hay poco que decir. Diré algo, sin embargo, para que el lector curioso sepa a qué atenerse en caso de obviar esta reseña o, precisamente, de constarla. Todos o casi todos los autores de estos textos parecen haber leído a los mismos autores. A veces da la impresión de que leyeron las mismas páginas y ensayaron alrededor de ellas. Ahí están las mismas citas de siempre: Bobbio (Destra e sinistra, 1995) y Berlin (Four Essays on Liberty, 2002), y las mismas hipótesis ya avanzadas en otros libros: “la derecha es un término relacional”, “la derecha no tiene valor epistemológico…”. Sí, bueno, ¿y luego? ¿Dónde las referencias a los textos claves del tema? ¿Dónde están los Lincoln Allison, Roger Eatwell, Roger Nisbet, Karl Mannheim y compañía? En lugar de eso vienen apuntes que podrían pasar por experiencias personales. Para ejemplo, dos botones:

Jorge Castañeda, ex biógrafo del Che Guevara, dejó las citas académicas a un lado para escribir un texto que bajo el título Fox y los intelectuales intenta dos cosas: justificar su actuación al frente de la cancillería mexicana y ponerse a la altura de otros “intelectuales” que participaron en ese gobierno, como si le fuera necesario recordarnos que él es un intelectual. Más pretensioso es el objetivo de Alonso Lujambio: pretender ubicar al panismo dentro del concepto de justicia social a partir de un estudio –un, acaso, limitado análisis de discurso– del pensamiento del ex precandidato a la presidencia del PAN Efraín González Morfín. Más que hacer un aporte valioso, Alonso Lujambio parece querer avanzar su pretendida candidatura presidencial con el reflejo de González Morfín como izquierdista en un partido de derecha. ¿No hubiera valido más la pena que él, aprovechando su experiencia en el sector educativo, nos hablara de las concepciones que tiene la derecha sobre ese sector?

La colaboración de Juan Molinar Horcasitas resulta todavía más sorprendente al calificar de “sustantivos” los temas fiscales que en “casi todos los países del mundo” separan a izquierdas y derechas. Los primeros “distribuyen colectivamente”, los segundos de forma individual”. La hipótesis, sin duda, resulta tanto o más falseable que su segundo apunte en el texto: la izquierda es “nacionalista y globalifóbica”; la derecha, of course, “internacionalista, globalizante…” No seré yo quien rebata ese argumento; ya lo hacen los zapatistas, los indignados, los movimientos occupy…

En general esa es la línea de la primera lista de textos, políticos que justifican sus errores pasados, que no entran a discutir la construcción del pensamiento de derechas (como lo anuncian) y que cuentan anécdotas personales (p.29, p.53, p.200…) que en poco contribuyen, creo, a dilucidar el significado de la derecha. Sin embargo, si el lector junto a Max Weber cree que no puede pedírsele un estudio académico a quien se dedica a la política, quedará satisfecho con el resultado.

De ahí que lo que resulte sorprendente no sea la primera línea de textos sino los artículos correspondientes a los investigadores que, según dice Roger Bartra en la presentación, “intentarían descubrir las posibilidades de una derecha moderna”. Ahí están los de la segunda lista.

Tal vez fue falta de interés de los participantes o tal vez simplemente una pobre transcripción de las grabaciones lo que explica que el reconocido Enrique Krauze se conforme con hacernos ver la inutilidad epistemológica del término “de derecha” durante todo su artículo, o que Macario Schettino haya desarrollado un índice con ¡variables dummy! al programa de gobierno de López Obrador para sugerir que la izquierda partidista es más conservadora que la derecha partidista (p. 193). Schettino, sin explicar cómo ni por qué, decide que las propuestas de Obrador pueden dividirse en “liberales socialmente” (sic.), “típicas (¡!) de la Revolución”, “populares pero intrascendentes” y, el mejor tipo ideal, “medidas que significan un avance”. Luego suma y listo: Obrador es conservador y 2 + 2 es 5.

A otros factores habría que atribuir el que un conocedor del sistema político mexicano como Jorge Alcocer se conforme con contar anécdotas para responder la nada sencilla pregunta que da título a su artículo: “¿Qué es la derecha?” No hay respuesta, no hay nada.

Por otro lado, resulta extraño que la autora de libros referenciales sobre el PAN, Soledad Loaeza, utilice tan libremente los conceptos de “percepción pública” y “derechización de la sociedad” para explicar el mantenimiento de la derecha en el poder en 2006. ¿Habrá tomado en cuenta las encuestas que niegan la estabilización de la identidad partidista en México o las pruebas de inequidad –cuando no de fraude– relacionadas a las elecciones de 2006?

En favor de los autores –o al menos en disculpa– es posible argüir que en unas cuantas páginas se vuelve imposible profundizar en una triada tan compleja como la que propone el título del libro (gobierno, derecha moderna y democracia). Y, sin embargo, la pregunta es clara: ¿no deberíamos esperar algo más de tan reconocidos académicos?

Salvan al cajón de sastre los artículos de Rodrigo Guerra López (“Vuelve el humanismo político: crisis y necesidad de superación de la derecha en el contexto tardo moderno”) y de Valentina Torres Septién (“La derecha y la educación en México en el Siglo XX”). El primero es el único que se propone descifrar los problemas filosóficos que supone abordar la modernidad desde la derecha. Particularmente sugerentes resultan sus apuntes sobre la construcción auto referenciada del poder y sus efectos sobre la aparentemente irreductible polarización entre izquierdas y derechas (p.119). Sus conclusiones, empero, pecan de optimistas al señalar que la modernidad llevará por fuerza a la derecha a convertirse en humanista y democrática (p.127). El segundo texto, el de Valentina Torres, es un excelente repaso histórico de la importancia de la educación como campo de batalla entre la Iglesia y el Estado. Su artículo valdría la compra del libro si no fuera porque es sólo un breve resumen de su más amplio La educación privada en México 1903-1976. En librerías más barato y amplio que la novedad aquí reseñada.

III.

Después de leer el libro a conciencia y de releer el título y los propósitos que anuncia Roger Bartra en la presentación, a uno le parece que nada cuadra: ni el título del libro se refleja en la presentación, ni los objetivos anunciados se alcanzan en las más de doscientas cincuenta páginas de texto, ni se incursiona en la idea de lo moderno como posibilidad o imposibilidad de la derecha, ni se refiere en ninguna de las páginas al sentido de gobernar o de democracia.

No es razón la complejidad del tema para justificar la vaguedad teórica del libro. Hay constancia de textos serios que tratan el tema con excelentes resultados. Ahí están Los rostros del conservadurismo en México de Renné de la Torre (2005), la valiosa compilación de textos hecha por Don Gastón García Cantú publicada bajo el nombre El pensamiento de la reacción mexicana (1997), los estudios sobre el conservadurismo mexicano de William Fowler, la genial antología de textos que propone Erika Pani en los dos tomos del novedosísimo Conservadurismo y derechas en la historia de México (2010) y hasta el citado estudio del PAN de Soledad Loaeza El Partido Acción Nacional: la larga marcha, 1939-1944) amén de su novedad bibliográfica Acción Nacional, el apetito y las responsabilidades del triunfo (2010).

No es, pues, sólo la diversidad del tema ni la carencia de especialistas –sobran muchos; faltan otros tantos– lo que hacen al libro de Bartra un legajo desparejo. Hay otras razones: la subvención de la Fundación Rafael Preciado que limita el pluralismo ideológico de los invitados (¿limitó también el pluralismo de género?), las cuestionables transcripciones de las grabaciones y las hipótesis poco desarrolladas en al menos siete artículos.

El triunfo del libro, empero, parece inevitable en el campo de fuerzas de la academia mexicana. En él encontraron salvavidas quienes no querían aceptarse públicamente como de derechas pero que gracias a la publicación ahora pueden reconocerse como modernos y democráticos. ¡Enhorabuena!



[1] No se dice en el libro que la obra es resultado de una cooperación entre la Konrad Adenauer y la fundación Rafael Preciado que es, en lo esencial, un brazo académico del Partido Acción Nacional. La pregunta surge inevitablemente: ¿puede uno hablar mal de quien le paga por hablar?