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Reseñado por Yoalli Rodriguez Aguilera
        University of Texas at Austin
        El libro Fires On The Border. The Passionate Politics of Labor
        Organizing on the Mexican Frontera es una apuesta por explorar
        los sentimientos y pasiones dentro de las organizaciones
        laborales de las maquilas en la frontera norte de México. El
        libro está dividido en tres secciones: History, Affect and
        Representation; Sex, Labor, Movement y The Utopian Question, que
        en total contienen 8 capítulos. Fires On the Border está
        dirigido a personas interesadas en la crítica a la estructura
        heterocapitalista de la modernidad, a propuestas de lecturas
        alternativas sobre el capitalismo y el trabajo desde la teoría
        queer y feminista y a personas interesadas en estudios críticos
        sobre la maquila. 
        El libro se inserta dentro de la literatura académica sobre las
        mujeres en las maquilas desde los años sesenta, los cuales, en
        su mayoría, están centrados en la desarticulación de las
        economías tradicionales con la entrada de la modernización, la
        feminización del proletariado en países «no desarrollados», así
        como en los impactos locales del capitalismo neoliberal. En este
        sentido, en general existe un análisis marxista, en el que se
        hace una crítica a las estructuras de explotación dentro de la
        maquila. Por el contrario, el libro Fires On the Border aporta
        una nueva lectura y perspectiva dentro de los estudios sobre la
        maquila. Hennessy propone el análisis desde la teoría de los
        afectos, the affective turn, el cual se centra en la importancia
        de las emociones y los sentimientos en la construcción de la
        realidad cotidiana, así como en la construcción de la
        micropolítica y la resistencia. Asimismo, la autora resalta la
        importancia del género y la sexualidad en la construcción de la
        subjetividad y de cómo el conocimiento y la política están
        incorporadas en el cuerpo propio.
        México tiene una tradición larga de sindicatos, pero a partir de
        los años sesenta estuvieron muy cercanos al partido oficial en
        el poder de ese momento y que hace dos años volvió a ganar
        (Partido Revolucionario Institucional, PRI). Sin embargo, los
        trabajadores de la maquila, sobre todo en Nuevo Laredo,
        Tamaulipas, fueron conocidos por sus luchas y huelgas en contra
        de las malas condiciones laborales. Hennessy destaca que estas
        primeras huelgas fueron organizadas por las mujeres y marcaron
        un hito en la historia de los sindicatos autónomos de la
        frontera. 
        Rosemary Hennessy, a través de las páginas, narra la importancia
        del afecto en las organizaciones de trabajadores de la maquila
        en la frontera norte de México. La autora hace una crítica a las
        nociones positivistas en las ciencias sociales, en donde las
        emociones y sensaciones son subvaloradas y la racionalidad/razón
        es la perspectiva dominante. Desde diversas posturas feministas
        se ha hecho una crítica a dichas perspectivas, subrayando la
        importancia epistemológica de las emociones.
 
        En el texto se exploran las emociones ligadas a una materialidad
        concreta. Hennessy, desde una postura marxista feminista, se
        acerca a las historias de las pasiones en las maquilas. Para la
        autora, el enfoque materialista del afecto se define como «la
        capacidad humana intrínseca a la estructura de la vida
        biológica-social, articulada a través de significados y
        prácticas históricamente variables, muchas de las cuales se
        adhieren a las necesidades de reunión entre trabajadores» (56).
        De igual forma, la autora explora el concepto de cultura del
        afecto, el cual se refiere a la transmisión de sensaciones y
        emociones cognitivas a través de prácticas culturales (50). Sin
        embargo, para Hennessy, la materialidad de dicha cultura del
        afecto está modulada por las necesidades producidas. La
        importancia de la cultura del afecto reside en que motiva la
        capacidad de cooperación y colaboración colectiva. 
        La sexualidad es otro componente clave del libro. Entendida como
        una construcción social, la autora describe la sexualidad
        construida a través de categorías como «gay», «lesbiana» y
        «homosexual», que forman parte de un binarismo determinista
        biológico —hombre/mujer— y que es contrario a nociones de la
        teoría queer, que entiende la sexualidad como performática y
        como un constructo cultural inestable. Estas categorías de la
        sexualidad marcan la experiencia laboral cotidiana: si eres un
        cuerpo abyecto, disidente o que vale menos según el marco
        heteronormativo, esta «segunda piel» (identidades sociales
        adquiridas) justifica la explotación o el valor disminuido del
        trabajo. La característica común de la segunda piel dentro de un
        sistema capitalista patriarcal, de acuerdo a la autora, es estar
        relacionada con lo femenino. Comprendido como algo negativo y de
        menor valor, existe una feminización de los cuerpos: los gays
        son «las nuevas mujeres» de las maquilas (137). Cuando ocurre
        esta feminización de los cuerpos, la homofobia, el machismo y la
        violencia genérica se materializan en la hiperexplotación
        laboral e hipervulnerabilidad de las y los trabajadores de las
        maquilas. La sexualidad también ha sido utilizada como una
        herramienta de dominación dentro de las maquilas, al existir
        casos de mujeres trabajadoras de maquilas acosadas sexualmente
        por los gerentes o jefes de las empresas. 
        Rosemary Hennessy nos acerca a los testimonios y las voces de
        mujeres y hombres trabajadores de la maquila que se han
        organizado, basándose en el amor, como una experiencia que da
        fuerza frente a la política cotidiana del miedo y la
        explotación. La autora narra con detalle, por ejemplo, los
        encuentros que hubieron entre la colonia Blanca Navidad en Nuevo
        Laredo y los zapatistas. La mayoría de los habitantes de esta
        colonia son trabajadores de la maquila. Desde 2008, se
        reconocieron a sí mismos como una comunidad autónoma, inspirados
        por los ocho diálogos que construyeron con el EZLN (Ejército
        Zapatista de Liberación Nacional) entre 2001 y 2007. Uno de los
        mayores cambios ha sido el intento por subvertir la cultura
        patriarcal de la comunidad. La Ley Revolucionaria de las Mujeres
        existente desde 1993 entre los zapatistas, así como las voces de
        las comandantas Myriam y Eucaria que visitaron Blanca Navidad,
        inspiraron a las mujeres trabajadoras a luchar por una vida más
        justa y pelear contra los sistemas sexo-genéricos que las
        oprimen en su comunidad. 
        El trabajo y la organización de comunidad, según Hennessy, hay
        que entenderlos como actos de amor. Asimismo, entender al amor
        como «un valor político y una fuerza material» (206). Cuando la
        gente se organiza por sí misma, se une para buscar un objetivo
        en común y pierde el sentimiento de soledad, pues ahora se
        encuentra acompañada, entonces se enamora de la utopía. Una
        utopía que, lejos de ser algo inalcanzable, en la cotidianeidad
        se hace palpable.
        El libro nos recuerda que hay otras formas de hacer ciencias
        sociales. Aprender a escuchar y colaborar con la gente con la
        que trabajamos, reconociendo nuestras limitaciones y también
        nuestros privilegios (relaciones de poder que se construyen)
        como investigadores. El libro nos motiva a explorar los afectos
        y emociones como otra forma epistemológica interesante. Las
        luchas diversas que se construyen en México y otros lugares,
        muestran cómo, frente al capitalismo heteropatriarcal así como a
        políticas estatales violentas, se siembra una rebeldía que busca
        dignidad y justicia. Esta rebeldía se nutre a diario al
        imaginarnos en un colectivo, organizándonos y teniendo
        esperanza. Esperanza de creer que es posible, como ya lo dijeron
        los zapatistas, un mundo donde quepan muchos mundos.