Stephen G. Rabe (2012)


The Killing Zone: The United States Wages Cold War in Latin America

New York: Oxford University Press, 247 p.



Reseñado por Carlos A. Pérez Ricart

ZI Lateinamerika-Institut, Freie Universität Berlin


De las relaciones entre Estados Unidos y América Latina durante el periodo de la Guerra Fría (1945-1990) se ha escrito mucho y al mismo tiempo muy poco. Me explico: por un lado, contamos con estudios de caso basados en revisiones largas y cuidadosas de fuentes primarias pero incapaces de ofrecer, a partir del diálogo con otros trabajos, una perspectiva panorámica del significado de la asimetría entre ambos “bloques” (es una excepción: Lowenthal 2011); por otro lado, gozamos de trabajos críticos sobre el peso global de la presencia estadounidense en América Latina pero yermos del detalle endémico de los estudios de caso (e.g. Grandin 2006; Coerver and Hall 1999). El libro de Stephen Rabe, longevo y prolífico historiador de la Universidad de Texas, The Killing Zone: The United States Wages Cold War in Latin America, obtiene lo mejor de ambas bibliografías: el análisis sólido y puntal de lo específico sin que éste vaya en detrimento de la reflexión sistémica.


Rabe no sólo subraya procesos clave que marcaron el periodo de análisis sino que, hilando preguntas como si de leitmotivs se tratara, ofrece significados a esos eventos: ¿Cuáles fueron las motivaciones de determinada política? ¿Cómo se enmarcaron las decisiones en el juego de la relación Estados Unidos-Unión Soviética? ¿Cómo y ante quiénes se justificaron? Pero, sobre todo, ¿qué consecuencias tuvieron ciertos momentos críticos (critical junctures) en el posterior desenvolvimiento de las sociedades latinoamericanas y en la política exterior norteamericana?


Los aciertos del libro son muchos y de distintos niveles. El primero de ellos: la división capitular en siete distintas etapas de la relación Estados Unidos-América Latina. No son “estudios de caso” sino momentos críticos cuyos resultados marcaron significativamente posteriores acontecimientos y etapas de la relación. Al hacerlo, el autor identifica fases dentro del periodo y establece diferencias entre ellas, demostrando que la Guerra Fría en América Latina no fue un periodo homogéneo en el cual sólo hubo continuidades; por el contrario, dentro de la estrechez de los paradigmas dominantes del periodo subyacen rupturas, importantes virajes y diferencia de grados.


Un segundo acierto del libro es dedicar el capítulo inicial a la relación entre Estados Unidos y América Latina preguerra fría. El autor lo hace con suficiencia y deteniéndose solamente en detalles que coadyuvan a sentar un piso mínimo de conocimiento para abordar los siguientes capítulos. Es un guiño que el lector lego sabrá agradecer. Ya desde aquel prolegómeno se vislumbra la intención del autor por identificar la relación causal entre las primeras desestabilizaciones políticas a gobiernos latinoamericanos con la perpetuación —y a menudo proliferación— de la violencia, pobreza y desigualdad en la región. De ahí que sea sencillo comprender que más allá de entender la asimetría entre América Latina y Estados Unidos, a Rabe le interesan las consecuencias concretas de la diferencia de atributos materiales. Con base en la lectura de trabajos seminales como los de Piero Gleijeles o Greg Grandin, Rabe logra tejer una idea que, sin ser del todo original y acaso obvia, tiene la virtud de desplegarse a lo largo del texto y fundarse una y otra vez en los momentos estudiados: que en la intervención norteamericana en América Latina durante la Guerra Fría no subyacía una intención real de combatir el comunismo. La conspiración comunista es para Rabe el mito fundador de la intervención norteamericana; eso sí, un mito fortalecido por las propias clases dominantes de América Latina quienes, en la búsqueda por asegurar apoyo financiero de los Estados Unidos, identificaron cualquier riesgo de alteración al statu quo con el peligro comunista (movimientos de mujeres, protestas indígenas, demandas estudiantiles etc…). El libro enfatiza no sólo la diferencia entre los proyectos políticos apuntalados por la Unión Soviética y los enarbolados por los nacionalismos económicos, víctimas —éstos últimos— de la intervención norteamericana. Rabe señala para cada caso —Venezuela de Gallegos, Guatemala de Árbenz, República Dominicana de Bosch, Chile de Allende etc…— cómo los tomadores de decisiones norteamericanos dominaban esas diferencias y cómo eso no fue motivo de constricción al momento de disponer agentes secretos y marines con dirección al sur. Sin enamorarse por completo del objeto de estudio, Rabe acierta al ponderar también la propia fuerza de las élites políticas conservadoras de la región, para quienes la legitimación norteamericana —aunque a veces central— no fue siempre indispensable para imponerse como actores en la condensación de fuerzas políticas. Los procesos políticos son resultado de la multicausalidad y eso lo entiende y describe Rabe con suficiente honestidad intelectual.


A las virtudes del libro ya mencionadas hay que agregar dos elementos que no por menores —acaso tangenciales— debemos pasar de largo. Por un lado, la línea cronológica de las primeras páginas cuyo trazo sintetiza la relación entre Estados Unidos y América Latina, y por otro, la muy lograda sección de recomendaciones bibliográficas en la que Rabe revisita (es el verbo adecuado) los trabajos especializados por región y tema particular. El lector insatisfecho con la brevedad del texto —apenas dos centenares de cuartillas— y ansioso por profundizar un tema específico, verá en ese último apartado una cuidadosa recomendación compuesta lo mismo por trabajos clave sobre la relación entre América Latina y Estados Unidos como por delicadeces olvidadas por la bibliografía canónica. Por último, se agradece la limpieza del texto: las notas al pie justas y sin excesos, y la referencia óptima a otros trabajos que no encuentra sitio ni en la pedantería academicista en la búsqueda por demostrar la revisión de todos los textos posibles, ni la presunción de que el autor, alla Gramsci, escribió el borrador sin apenas fuentes secundarias.


El lector exigente podrá cuestionar —con justicia— el poco juego temporal del capitulado. (¿Era necesario repetir la técnica de empezar por la Doctrina Monroe y terminar en el Berlín de los estertores del Siglo?) También calificará de excesiva la atención que dedica Rabe a la década de los cincuenta (Rabe es especialista en Eisenhower), al caso de Guyana (del que el autor escribió ya dos monografías), o a la Intervención Guatemalteca que con un capítulo entero se contrapone a las magras treinta cuartillas dedicadas a la relación entre Estados Unidos y las dictaduras del Cono Sur. En la decisión, sin embargo, no parece subyacer un descarrío ideológico sino la justa ponderación de los puntos fuertes del autor frente a lo que (tal vez) le resulta más distante. Por otro lado, una crítica mejor fundada hará eco de la excesiva importancia que atribuye Rabe en varios pasajes (con excepción del capítulo guatemalteco) a las posiciones de los presidentes de Estados Unidos, obviando así lo importante —¡y cambiable!— del juego burocrático en la toma de decisiones en la política internacional. (Véase, por ejemplo, el análisis del periodo de Theodore Roosevelt en el capítulo primero). En ese caso particular, a Rabe le sobra de historiador lo que le falta de politólogo. Por último podrá decirse que el libro se contenta con sintetizar lo otrora disperso en distintas obras y que provee poca investigación original al estudio de las relaciones América Latina-Estados Unidos. Sin dejar de ser cierto, no es algo que el autor se haya propuesto como objetivo. Por lo demás, ello deberá importar poco al lector lego, a quien esta obra está dirigida, pues éste disfrutará de la tersa avenencia entre la severidad académica y el afán por la divulgación.


Será un signo de nuestro tiempo el que los historiadores intenten compilar en 200 cuartillas la relación de Estados Unidos con 33 países distintos durante 65 años. Empero, el triunfo de Rabe está en conciliar esa exigencia del mercado de libros que dicta abarcar mucho apretando poco, con la capacidad de generalizar procesos sin que eso signifique subvalorar lo particular de cada región. Y eso —en los tiempos que corren— no es poca cosa.



Bibliografía


Coerver, Don, y Linda Hall (1999): Tangled Destinies: Latin America and the United States. Albuquerque: University of New Mexico Press.


Grandin, Greg (2006): Empire’s Workshop: Latin America, the United States, and the Rise of the New Imperialism. New York: Metropolitan Books.


Lowenthal, Abraham (2011): “Estados Unidos Y América Latina, 1960-2010: De La Pretensión Hegemónica a Las Relaciones Diversas Y Complejas.” Poder Y Política En El Mundo Contemporáneo, editado por Reynaldo Ortega y Gustavo Vega. México: El Colegio de México